Lo que tu oncólogo quisiera explicarte sobre la neuropatía periférica.
Blog Ejercicio y Cáncer por @danilucesalud. La neuropatía periférica inducida por quimioterapia es un efecto derivado común y debilitante que enfrentan muchos pacientes que reciben quimioterapia.
¡Buenos días, querido lector!
Como cada domingo, estoy aquí de nuevo para ayudarte a entender mejor la neuropatía periférica inducida por la quimioterapia. Después de compartir una breve introducción en Instagram, he notado que ha despertado un gran interés. Por eso, he decidido escribir un artículo completo para explicarlo todo en detalle. Ponte cómodo, toma asiento y prepárate para comprender, de una vez por todas, qué es lo que te está pasando.
Entendiendo la neuropatía periférica causada por la quimioterapia (NPIQ)
La NPIQ es un problema que surge cuando ciertos medicamentos de quimioterapia dañan los nervios periféricos, que son los que conectan el cerebro y la médula espinal con el resto del cuerpo, como las manos, los pies, los brazos y las piernas. Este daño provoca síntomas incómodos y, en muchos casos, dolorosos.
Según investigaciones [1], entre el 30 y el 40% de las personas que reciben quimioterapia con medicamentos como taxanos (por ejemplo, paclitaxel), compuestos de platino (como oxaliplatino), alcaloides de la vinca, epotilonas o bortezomib desarrollan NPIQ. Además, es muy común en pacientes con cáncer de mama, ya que muchos de los fármacos usados para tratarlo pueden causar este problema.
Los síntomas suelen aparecer en lo que se llama un patrón de “guante y calcetín”, lo que significa que afectan a las manos y los pies. Por ejemplo, puedes sentir hormigueo, pinchazos, entumecimiento o incluso dolor al tocar algo que no debería doler, como una sábana o el agua fría. Estos síntomas no solo son molestos, sino que también pueden durar mucho tiempo, incluso después de terminar la quimioterapia, afectando la vida diaria de los pacientes.
¿Por qué ocurre la NPIQ?
Los nervios periféricos son muy sensibles, y los fármacos los afectan de varias maneras. Vamos a dividir esto en partes fáciles de entender:
Daño al “esqueleto” de los nervios: Los nervios tienen una estructura interna, como un andamio, que los mantiene fuertes y funcionales. Medicamentos como el paclitaxel o la vincristina alteran esta estructura (el citoesqueleto), haciendo que los nervios no puedan transportar bien las señales ni los nutrientes. Es como si las carreteras dentro de los nervios se rompieran.
Problemas en las “fábricas de energía”: Los nervios dependen de pequeñas fábricas llamadas mitocondrias para obtener energía. Los fármacos de quimioterapia, como los compuestos de platino, dañan estas mitocondrias, lo que genera un estrés oxidativo (una especie de “óxido” celular) que debilita los nervios y provoca dolor.
Canales eléctricos descontrolados: Los nervios funcionan como cables que envían señales eléctricas. Los medicamentos pueden alterar los canales que controlan estas señales (canales de sodio, potasio y calcio), haciendo que los nervios se vuelvan hiperexcitables. Esto significa que envían señales de dolor incluso cuando no deberían, como si un interruptor estuviera siempre encendido.
Inflamación en el cuerpo: Algunos fármacos activan el sistema inmunitario de forma que produce sustancias inflamatorias (citocinas proinflamatorias como TNF-α o IL-6). Esta inflamación irrita los nervios y aumenta el dolor, como si los nervios estuvieran en un estado de alerta constante.
Alteraciones en los microtúbulos: Los microtúbulos funcionan como una red de autopistas intracelulares dentro de los nervios, esenciales para transportar componentes críticos, como señales eléctricas, nutrientes y materiales necesarios para el mantenimiento neuronal. Medicamentos como los taxanos o los alcaloides de la vinca interfieren con esta red al desestabilizar su estructura, lo que provoca una interrupción en el flujo de estas sustancias vitales. Como resultado, los nervios pierden su capacidad de regenerarse adecuadamente y de transmitir señales de manera eficiente, contribuyendo a los síntomas de la neuropatía periférica.
En definitiva, la NPIQ ocurre porque los medicamentos de quimioterapia atacan a los nervios de varias formas: los desestructuran, los debilitan energéticamente, los hacen más sensibles y los inflaman. Esto explica por qué los síntomas pueden variar tanto de una persona a otra.
¿Cómo afecta la NPIQ a los pacientes?
La NPIQ no es solo un problema físico; también tiene un impacto emocional y práctico. Los síntomas principales incluyen:
Pérdida de sensibilidad: Puedes dejar de sentir bien el tacto, como si tus manos o pies estuvieran dormidos.
Hormigueo o pinchazos (parestesia): Sensaciones incómodas, como si te picaran agujas.
Dolor al tocar algo (alodinia): Cosas normales, como ponerte un calcetín, pueden doler.
Problemas de equilibrio (ataxia): El daño a los nervios puede hacer que te cueste caminar o mantenerte estable, aumentando el riesgo de caídas.
Estos síntomas pueden ser tan graves que obligan a los médicos a reducir la dosis de quimioterapia o incluso a suspender el tratamiento. Por ejemplo, investigaciones mencionan que en pacientes que reciben oxaliplatino, hasta el 62.5% necesitan bajar la dosis si los síntomas son intensos [1]. Esto es un problema porque reducir la dosis puede afectar la eficacia del tratamiento contra el cáncer.
Además, la NPIQ afecta mucho la calidad de vida. Los sobrevivientes de cáncer, especialmente de mama, pueden sentirse frustrados, deprimidos o ansiosos porque no pueden hacer cosas cotidianas, como caminar largas distancias, cocinar o incluso disfrutar de actividades que antes les gustaban. El dolor y las limitaciones físicas también pueden reducir la actividad física, lo que lleva a más problemas de salud a largo plazo.
Otro punto importante es que los pacientes a menudo sienten los síntomas de forma más intensa de lo que los médicos evalúan. Por eso, se están usando cuestionarios especiales, como el📎 EORTC-CIPN20 📎o el FACT/GOG NTx, que permiten a los pacientes describir cómo se sienten física, emocional y mentalmente. Estos cuestionarios ayudan a entender mejor la NPIQ y a diseñar mejores tratamientos.
¿Qué se puede hacer para prevenir la NIPQ?
Factores de Riesgo de la Neuropatía Periférica Inducida por Quimioterapia.
Después de analizar las investigaciones científicas, voy a hacerte un resumen de los factores de riesgo no modificables y modificables (como diabetes, estilo de vida sedentario y exposición sistémica a medicamentos), destacando su impacto y las implicaciones para la prevención y el manejo de esta condición.
La Complejidad de Predecir la NPIQ
La NPIQ no afecta a todos los pacientes de manera uniforme, y la falta de consenso sobre sus factores de riesgo complica la identificación de poblaciones vulnerables. La literatura científica señala una amplia variedad de factores que influyen en su aparición, desde características inherentes al individuo hasta condiciones que podrían modificarse con intervenciones específicas.
Factores de Riesgo No Modificables
Edad: Un Determinante Clave
La edad emerge como uno de los factores no modificables más consistentes en el desarrollo de la NPIQ. Los estudios revisados indican que los pacientes mayores tienen un riesgo significativamente mayor. Un estudio realizado por Hiramoto et al. encontró que las personas mayores de 58 años tenían el doble de probabilidad de ser diagnosticadas con NPIQ. Este hallazgo se refuerza con otro análisis en pacientes con cáncer de mama tratados con paclitaxel, que mostró que aquellos de 57 años o más enfrentaban un riesgo casi diez veces mayor. Además, estos pacientes desarrollaban NPIQ más rápidamente que sus contrapartes más jóvenes.
Un estudio de cohorte con 333 pacientes tratados con paclitaxel y oxaliplatino también confirmó que la edad avanzada se asocia con peores síntomas de NPIQ. Esta tendencia podría explicarse por la disminución natural de la resiliencia nerviosa con el envejecimiento, lo que hace que los nervios periféricos sean más susceptibles al daño inducido por la quimioterapia. Aunque la edad no puede modificarse, comprender su impacto permite a los clínicos priorizar la vigilancia en pacientes mayores y explorar estrategias preventivas adaptadas.
Factores de Riesgo Modificables
Índice de Masa Corporal (IMC) y Superficie Corporal (BSA)
Entre los factores modificables, el índice de masa corporal (IMC) y la superficie corporal (BSA) destacan por su asociación con un mayor riesgo de NPIQ.
El vínculo entre el IMC/BSA y la NPIQ podría estar relacionado con una mayor exposición sistémica a los fármacos en personas con mayor masa corporal, lo que incrementa la toxicidad nerviosa. Estos hallazgos sugieren que las intervenciones dirigidas a optimizar el peso corporal como el ejercicio físico y la nutrición antes o durante el tratamiento podrían reducir el riesgo, aunque se necesita más investigación para establecer pautas específicas.
Condiciones Médicas: Diabetes.
Las condiciones médicas preexistentes también influyen en el riesgo de NPIQ. La diabetes, mencionada como un factor modificable, puede exacerbar el daño nervioso debido a su impacto en la salud vascular y la sensibilidad de los nervios periféricos. Aunque el texto no profundiza en estudios específicos sobre la diabetes, su inclusión como factor de riesgo resalta la importancia de controlar las comorbilidades metabólicas durante la quimioterapia.
Estilo de Vida Sedentario
El estilo de vida sedentario, otro factor modificable, se señala como un contribuyente al riesgo de NPIQ. Aunque no se proporcionan datos específicos sobre su impacto cuantitativo, la mención de este factor sugiere que la inactividad física podría agravar la vulnerabilidad de los nervios al daño quimioterapéutico, posiblemente al reducir la circulación y la capacidad de regeneración nerviosa. Esta observación abre la puerta a intervenciones basadas en el ejercicio físico, que no solo podrían mitigar los síntomas de la NPIQ, sino también prevenir su aparición al mejorar la salud general del paciente.
Esquemas de Quimioterapia y Exposición Sistémica
El diseño de los esquemas de quimioterapia desempeña un papel crucial en el riesgo de NPIQ. El texto destaca que la administración semanal de paclitaxel se asocia con tasas más altas de NPIQ en comparación con el docetaxel administrado cada tres semanas. Este hallazgo refleja cómo la frecuencia y la intensidad de la exposición a fármacos neurotóxicos pueden amplificar el daño nervioso. Además, la alta exposición sistémica al paclitaxel, mencionada como un factor modificable, sugiere que ajustes en las dosis o los intervalos de administración podrían reducir la incidencia de NPIQ, aunque esto debe equilibrarse con la eficacia antitumoral.
La dosis acumulada también se identifica como un predictor independiente en un estudio prospectivo, lo que indica que los pacientes que reciben mayores cantidades de fármacos a lo largo del tiempo enfrentan un riesgo elevado. Estas observaciones subrayan la importancia de personalizar los regímenes de quimioterapia, considerando factores como la tolerancia individual y los marcadores de toxicidad.
Implicaciones Clínicas y Futuras Direcciones
La diversidad de los factores de riesgo de la NPIQ, tanto modificables como no modificables, plantea un desafío y una oportunidad para la práctica clínica. Los factores no modificables, como la edad y la raza, destacan la necesidad de estrategias de monitoreo intensivo en grupos de alto riesgo, como los pacientes mayores y las mujeres negras con predisposiciones genéticas. Por otro lado, los factores modificables, como el IMC, las condiciones médicas y el estilo de vida, abren la puerta a intervenciones preventivas que podrían integrarse en los planes de tratamiento.
Por ejemplo, programas de control de peso, manejo de la diabetes y promoción de la actividad física podrían implementarse antes o durante la quimioterapia para reducir el riesgo de NPIQ. En términos de esquemas de quimioterapia, los clínicos podrían explorar regímenes menos intensivos o intervalos más espaciados en pacientes con factores de riesgo elevados, siempre que no comprometan los objetivos terapéuticos.
El Rol Transformador de la Fisioterapia y el Ejercicio Físico en la Prevención y Tratamiento de la Neuropatía Periférica Inducida por Quimioterapia
A pesar de las limitadas opciones farmacológicas y preventivas, dos enfoques han emergido como estrategias prometedoras en la literatura científica reciente: la fisioterapia y el ejercicio físico. Estos no solo ofrecen alivio al dolor, sino que también abren un camino hacia la recuperación funcional y el bienestar, como lo respaldan múltiples estudios analizados en dos textos científicos relevantes.
Ejercicio Físico: Un Pilar para la Prevención y el Tratamiento
El ejercicio físico se presenta como una multi-intervención y accesible, abarcando una amplia gama de actividades que incluyen ejercicios de resistencia, de fuerza, equilibrio, sensoriomotores y actividad física general. Su atractivo radica en su capacidad para abordar tanto los síntomas físicos como los mecanismos subyacentes de la NPIQ, ofreciendo beneficios que van más allá del alivio inmediato.
Beneficios Multidimensionales
El ejercicio mejora la fuerza muscular, el equilibrio y la coordinación, elementos cruciales para contrarrestar la debilidad y la inestabilidad que caracterizan a la NPIQ. Además, reduce la progresión de síntomas como el entumecimiento y el dolor, lo que permite a los pacientes mantener una mayor funcionalidad. Un aspecto importante es su impacto en la inflamación crónica, un factor clave en el daño nervioso, y en la forma en que el cerebro procesa las señales de dolor. Al modificar estas respuestas neurológicas, el ejercicio no solo alivia los síntomas, sino que también puede prevenir su aparición, ofreciendo un enfoque proactivo frente a la NPIQ.
Evidencia Prometedora
La información disponible respalda la idea de que el ejercicio físico es una estrategia prometedora para abordar la neuropatía periférica inducida por quimioterapia (NPIQ).
Se ha observado que programas de ejercicios en casa, implementados durante tratamientos con taxanos, pueden reducir el dolor de manera notable con el tiempo, lo que indica que incluso intervenciones simples tienen un impacto significativo. Asimismo, combinar ejercicios supervisados y en casa, como los de fuerza, equilibrio y actividad cardiovascular, parece disminuir la severidad de los síntomas de la NPIQ, destacando el valor de la constancia y la orientación profesional. También se ha encontrado que el ejercicio en casa alivia molestias específicas, como el entumecimiento o las sensaciones de frío y calor en manos y pies, mostrando su capacidad para mejorar los síntomas sensoriales más comunes [1].
Además, el entrenamiento sensoriomotor o los ejercicios con vibración, han demostrado un potencial preventivo al reducir la probabilidad de desarrollar NPIQ durante la quimioterapia, especialmente si se incorporan desde el inicio del tratamiento. Comparado con el cuidado habitual, el ejercicio parece marcar una diferencia clara en la protección contra este efecto secundario.
El ejercicio es una de las intervenciones más utilizadas para la NPIQ y se asocia con mejoras en la fuerza, el equilibrio y la calidad de vida de los pacientes. Aunque aún se necesita profundizar en su alcance, hay indicios claros de que puede prevenir la NPIQ al reducir la inflamación y cambiar la forma en que el cerebro percibe el dolor. Este doble efecto —sobre el cuerpo y el sistema nervioso— convierte al ejercicio en una herramienta poderosa, capaz de transformar positivamente la experiencia de quienes enfrentan esta condición.
Recomendaciones y Futuro
A pesar de estos avances, la falta de guías formales de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO) refleja la necesidad de ensayos más amplios y rigurosos, como estudios de fase II y III, para consolidar la evidencia. Sin embargo, existe un consenso claro: el ejercicio es seguro y no presenta riesgos significativos, lo que lo convierte en una opción viable para todos los pacientes, independientemente de la etapa de su tratamiento. La recomendación es integrar el ejercicio de manera personalizada, adaptándolo a las capacidades y necesidades de cada persona, ya sea a través de caminatas, rutinas de fuerza o actividades más estructuradas como el entrenamiento sensoriomotor.
Fisioterapia: Un Enfoque Personalizado
La fisioterapia se centra en programas diseñados específicamente para mejorar la movilidad, reducir el dolor y corregir problemas funcionales.
Se ha observado que puede mejorar la fuerza de agarre, esencial para tareas diarias, y aumentar la tolerancia al dolor, permitiendo a los pacientes enfrentar estímulos que antes resultaban incómodos. Con el tiempo, también parece disminuir la intensidad del dolor, lo que contribuye a una mayor independencia. Su mayor fortaleza radica en su capacidad para adaptarse a las necesidades individuales, ya que los síntomas de la NPIQ varían de una persona a otra.
La fisioterapia es particularmente valiosa para quienes enfrentan problemas de equilibrio o debilidad severa, ayudando a prevenir caídas y fomentando confianza en el movimiento. Aunque su impacto está menos explorado que el del ejercicio físico, su contribución a la funcionalidad la convierte en una pieza esencial para manejar la NPIQ.
Reflexiones Finales: Un Camino hacia la Esperanza
La NPIQ representa un reto importante en el tratamiento del cáncer, pero la fisioterapia y el ejercicio físico ofrecen nuevas oportunidades de tratamiento. Estas estrategias no solo alivian el dolor y mejoran la funcionalidad, sino que empoderan a los pacientes para participar activamente en su recuperación.
El mensaje es claro: el movimiento es una forma de sanación.
La fisioterapia y el ejercicio físico se complementan para responder a las necesidades únicas de cada persona, ofreciendo soluciones prácticas y seguras. Mientras otras opciones emergentes despiertan curiosidad, la actividad física sigue siendo una base sólida y transformadora. Trabajando junto a profesionales de la salud, los pacientes pueden integrar estas estrategias en su vida, recuperando no solo su fuerza, sino también su confianza y bienestar.
En este camino, la fisioterapia y el ejercicio no son solo herramientas; son aliados para construir un futuro más saludable y lleno de esperanza para el paciente.
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