Ejercicio y Cáncer: Nuevos Descubrimientos y Cómo Impacta en tu Salud
Analizamos cómo el ejercicio se integra en los protocolos de atención del cáncer y los mecanismos detrás de sus beneficios.
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Si aún no me conoces, me presento: soy Daniel Lucena, especialista en ejercicio y cáncer. Aquí, cada semana, comparto mis aprendizajes y descubrimientos sobre cómo el ejercicio puede transformar la manera de afrontar un cáncer.
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La incorporación del ejercicio en el cuidado oncológico se basa en una creciente evidencia que respalda sus múltiples beneficios para los pacientes con cáncer. Estos beneficios incluyen desde la reducción del riesgo de desarrollar o recaer en cáncer, hasta el alivio de los efectos secundarios de tratamientos convencionales como la quimioterapia y la radioterapia.
En esta nueva entrega del blog profundizaremos en las implicaciones más amplias del ejercicio en el microambiente tumoral, destacando su impacto en la angiogénesis tumoral, la modulación de citocinas y el comportamiento general del tumor.
En las secciones siguientes, exploramos también el estado actual de la oncología del ejercicio, enfatizando su integración en los protocolos de atención del cáncer y los mecanismos por los cuales la actividad física genera sus efectos beneficiosos.
¿Preparado? Vamos allá.
El impacto positivo del ejercicio en el tratamiento del cáncer.
Los pacientes con cáncer suelen someterse a una variedad de tratamientos, como cirugía, quimioterapia, radioterapia, terapias dirigidas e inmunoterapia. Existe amplia evidencia de que el ejercicio mejora la eficacia de estos tratamientos y, al mismo tiempo, optimiza los resultados generales de los pacientes. A continuación, te muestro cómo el ejercicio puede ser un aliado clave en los diferentes enfoques terapéuticos.
Cirugía: Preparación y recuperación con ejercicio
La cirugía es uno de los métodos principales para tratar el cáncer, pero puede generar estrés quirúrgico que afecte al cuerpo de forma aguda, causando desequilibrios neuroendocrinos, inmunológicos y metabólicos que pueden complicar la recuperación e incluso favorecer la recurrencia del cáncer. Sin embargo, mantener una buena capacidad cardiovascular y una función diastólica saludable son predictores clave de buenos resultados quirúrgicos.
El ejercicio antes de la cirugía ayuda a mejorar el estado físico, fortalecer la capacidad diastólica del corazón, aumentar la masa muscular y reducir la congestión pulmonar, lo que acelera la recuperación postoperatoria y reduce el tiempo de hospitalización. Estudios muestran que la rehabilitación física tras cirugías gástricas disminuye significativamente las complicaciones y que programas de ejercicio en casa son viables, incluso para pacientes mayores.
Radioterapia: Optimización con movimiento
Cerca del 60% de los pacientes con cáncer reciben radioterapia, que depende de una buena oxigenación del tejido tumoral para ser efectiva. Tumores más pequeños y bien vascularizados responden mejor, mientras que los más grandes y menos oxigenados son más resistentes. Aquí es donde el ejercicio desempeña un papel crucial: al mejorar el flujo sanguíneo y la entrega de oxígeno, el ejercicio normaliza la vascularización tumoral, reduciendo la hipoxia (baja disponibilidad de oxígeno) y aumentando la eficacia de la radioterapia.
Estudios experimentales han demostrado que combinar ejercicio con radioterapia reduce el crecimiento tumoral y las metástasis. Además, el ejercicio potencia los efectos inmunológicos de la radioterapia, aumentando la actividad de células asesinas naturales (NK) y la expresión de receptores clave en estas células. Tanto el entrenamiento de resistencia como el de fuerza han mostrado efectos sinérgicos. Incluso en pacientes con cáncer de mama, el entrenamiento de fuerza ha reducido niveles de marcadores inflamatorios como la quinurenina, lo que apunta a beneficios no farmacológicos durante la radioterapia.
El equipo del proyecto KP TRANSPORT (Identifying and characterising transmembrane transporters of tryptophan and kynurenine in normal and cancerous brain tissue), financiado con fondos europeos, investigó en profundidad los mecanismos por los cuales el tumor inhibe el reconocimiento inmunitario. Parte del trabajo se centró en la capacidad de las células tumorales de metabolizar el aminoácido esencial triptófano en quinurenina, lo que impide que las células inmunitarias cercanas utilicen este aminoácido necesario para su actividad. Al mismo tiempo, la quinurenina aumenta la agresividad de las células cancerosas y su capacidad de metástasis y presenta actividad inhibidora del sistema inmunitario.
Quimioterapia: Reduciendo efectos secundarios
La quimioterapia, aunque efectiva, puede generar inflamación sistémica y daño en los tejidos. Aquí, el ejercicio actúa modulando marcadores inflamatorios como la interleucina-6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral-alfa (TNF-α), lo que reduce la fatiga relacionada con el tratamiento y mejora el bienestar general. Además, el ejercicio mejora la angiogénesis (creación de vasos sanguíneos) y la vascularización tumoral, facilitando una mejor entrega de los medicamentos al tumor.
Por ejemplo, en pacientes con cáncer de páncreas sometidos a quimioterapia neoadyuvante, el ejercicio estructurado mejoró la vascularización del tumor, optimizando la eficacia de los fármacos. También se ha observado que el ejercicio antes y después de la quimioterapia reduce significativamente los riesgos de recurrencia y mortalidad en cáncer de mama, posicionándolo como una terapia complementaria ideal.
Inmunoterapia: Potenciando el sistema inmune
El ejercicio no solo mejora la efectividad de los tratamientos tradicionales, sino que también potencia la inmunoterapia al fortalecer el sistema inmunológico del cuerpo. Aumenta la infiltración de células NK en los tumores, estimula la secreción de endotelina y mejora la expresión de receptores clave en las células inmunes. Estas mejoras son más evidentes con entrenamientos de fuerza y su combinación con ejercicios de resistencia.
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