Disfunción Cardíaca Relacionada con la Terapia contra el Cáncer: Últimos Avances en Prevención y Tratamiento
Sobre la identificación, monitoreo y manejo de la disfunción cardíaca relacionada con la terapia contra el cáncer, causada por tratamientos como antraciclinas y terapias dirigidas.
Querido lector, ¡bienvenido a una nueva entrada de nuestro
!Soy Daniel Lucena, entrenador especializado en ejercicio y cáncer. A través de este espacio, comparto información clara y rigurosa sobre cómo el ejercicio puede ser un aliado poderoso frente al cáncer y sus efectos. Mi objetivo es que comprendas la importancia de hacer ejercicio físico durante un proceso oncológico, basándome en ciencia, fisiología y el conocimiento de expertos para ofrecerte contenido de calidad en cada artículo.
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Los rápidos avances en el tratamiento del cáncer han mejorado significativamente la supervivencia de los pacientes. Sin embargo, las consecuencias cardiovasculares de diversas terapias oncológicas son cada vez más evidentes, manifestándose en una amplia gama de efectos cardiotóxicos. Esto destaca la necesidad urgente de estrategias robustas para el monitoreo y manejo de estas complicaciones.
Entre las complicaciones cardiovasculares más comunes y graves asociadas a las terapias contra el cáncer se encuentran la disfunción ventricular izquierda y la insuficiencia cardíaca, cuyos mecanismos de cardiotoxicidad varían según el tipo de tratamiento.
La enfermedad cardiovascular relacionada con la terapia contra el cáncer (CTRCD) es un problema del corazón que puede aparecer como efecto secundario de algunos tratamientos contra el cáncer, como ciertos medicamentos o radioterapia. Puede manifestarse de tres formas principales:
Lesiones cardíacas: Daños en el músculo del corazón.
Cardiomiopatía: Cuando el corazón se debilita y no funciona bien.
Insuficiencia cardíaca: Cuando el corazón no bombea suficiente sangre para el cuerpo.
Este problema puede ser sintomático (con síntomas como cansancio, dificultad para respirar o hinchazón) o asintomático (sin síntomas, pero con señales detectables en exámenes médicos).
¿Cómo se clasifica la CTRCD sin síntomas?
Cuando la CTRCD no produce síntomas, se clasifica según la gravedad, basándose en dos medidas principales:
Fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI): Indica qué tan bien bombea sangre la parte izquierda del corazón. Un corazón sano tiene una FEVI del 50% o más.
Strain longitudinal global (GLS): Mide cómo se contrae el músculo del corazón. Una disminución en el GLS puede ser una señal temprana de daño.
Además, se observan biomarcadores, que son sustancias en la sangre (como ciertas proteínas) que indican si el corazón está bajo estrés.
La clasificación es:
Leve: La FEVI está bien (≥50%), pero hay una caída del GLS de al menos 15% o biomarcadores elevados.
Moderada: La FEVI baja significativamente (entre 40% y 49%) o hay una caída menor, pero con GLS reducido (>15%) o biomarcadores altos.
Severa: La FEVI es muy baja (<40%), lo que indica un daño grave al corazón.
¿Cuándo aparece la CTRCD?
Puede ocurrir durante el tratamiento contra el cáncer o después, incluso meses o años más tarde. Por eso, es importante vigilar el corazón antes, durante y después del tratamiento.
¿Cómo se evalúa el riesgo?
Antes de empezar un tratamiento que pueda dañar el corazón, los médicos usan una herramienta llamada escala HFA/ICOS para calcular el riesgo de que una persona desarrolle CTRCD. Esto ayuda a decidir si se necesitan medidas preventivas, como exámenes más frecuentes o medicamentos protectores para el corazón.
¿Por qué es complicado manejarla?
Aunque hay guías para detectar y tratar la CTRCD, estas no siempre están basadas en evidencia sólida (estudios muy confiables). Esto hace que no exista un método único y claro para todos los pacientes, y los médicos deben adaptar las estrategias según cada caso.
Con este artículo del blog busco ofrecer una comprensión actualizada y completa de la enfermedad cardiovascular relacionada con el cáncer, con énfasis en los avances recientes y estrategias emergentes para la detección temprana y la cardioprotección.
Comencemos describiendo las principales clases de fármacos responsables de la CTRCD y sus mecanismos, destacando cómo estos pueden ser abordados para una identificación e intervención temprana.
¿Qué tratamientos contra el cáncer pueden dañar el corazón?
Imagina querido lector este escenario: un paciente supera el cáncer gracias a un tratamiento potente, pero meses después descubre que su corazón no funciona como antes. ¿Podemos evitar que esto ocurra? ¿Qué herramientas usaríamos para detectar el daño a tiempo y proteger el corazón sin comprometer el pronóstico del paciente? Estas preguntas son el núcleo de la cardio-oncología, una disciplina que busca equilibrar la cura del cáncer con la salud cardiovascular. Acompáñame a descubrir cómo ciertos tratamientos oncológicos pueden dañar el corazón y qué podemos hacer al respecto.
Varios tratamientos que, aunque salvan vidas al tratar el cáncer, pueden tener efectos secundarios en el corazón. Estos son:
Antraciclinas (como la doxorrubicina): Usadas en muchos tipos de cáncer, como leucemia o cáncer de mama. ¿Sabías que estas terapias son como un "arma de doble filo"? Atacan las células cancerosas, pero también pueden dañar las células del corazón.
Terapias anti-HER2 (como el trastuzumab): Muy comunes en el cáncer de mama HER2-positivo.
Terapias dirigidas (inhibidores de VEGF, RAF, MEK, proteasoma, BCR-ABL, EGFR/HER2): Estas son como "fármacos guiados" que atacan señales específicas en las células cancerosas, pero a veces afectan el corazón.
Inmunoterapia (inhibidores de puntos de control inmunitario): Estimulan el sistema inmunológico para combatir el cáncer, pero pueden causar inflamación en el corazón.
Radioterapia: Usada en muchos cánceres, como los de mama o pulmón, puede dañar el corazón si los rayos pasan cerca de él.
Ahora, vamos a explorar cómo cada uno de estos tratamientos puede causar daño al corazón, y lo haremos de forma que veamos los mecanismos detrás de este problema. ¿Por qué crees que un medicamento que ataca el cáncer también puede dañar el corazón?
1. Antraciclinas: Daño directo al corazón
Las antraciclinas, como la doxorrubicina, son muy efectivas contra el cáncer, pero tienen un lado oscuro. Funcionan bloqueando una enzima llamada topoisomerasa IIβ, que las células cancerosas necesitan para reparar su ADN. Pero en el corazón, esto causa:
Necrosis y apoptosis (muerte de las células del corazón).
Daño mitocondrial: Las mitocondrias, las "centrales energéticas" de las células, se dañan, lo que reduce la energía que el corazón necesita para latir.
Estrés oxidativo: Las antraciclinas producen especies reactivas de oxígeno (ROS), que son como "químicos tóxicos" que dañan el ADN y desequilibran el calcio en las células del corazón, afectando su capacidad de contraerse.
Inflamación: Esta terapia provoca inflamación en el corazón al activar señales de peligro (llamadas DAMPs) y receptores inmunitarios (TLRs), liberando sustancias que empeoran el daño. Es como si el corazón estuviera "en llamas" por dentro.
Este daño puede ser agudo (en las primeras dos semanas), temprano (en el primer año) o tardío (después de un año). Además, el riesgo aumenta con dosis altas (por ejemplo, más de 250 mg/m² de doxorrubicina). ¿Cómo protegerías el corazón del paciente?
2. Terapias anti-HER2: Bloqueo de la protección natural del corazón
Las terapias anti-HER2, como el trastuzumab, se usan en el cáncer de mama HER2-positivo. Estas funcionan bloqueando la proteína HER2 en las células cancerosas, pero también interfieren con una vía protectora en el corazón llamada HER2/ERBB2-neuregulina (NRG). Esta vía ayuda a las células del corazón a crecer y repararse. Cuando se bloquea:
El corazón se vuelve más vulnerable al estrés oxidativo (esos ROS de los que hablamos antes), especialmente si se combina con antraciclinas.
Aumenta la angiotensina II, una sustancia que eleva el estrés oxidativo y la presión arterial, dañando aún más el corazón.
El daño suele aparecer durante el tratamiento, pero la buena noticia es que es reversible en muchos casos. Aproximadamente el 15-20% de los pacientes pueden desarrollar disfunción del ventrículo izquierdo.
3. Inhibidores de VEGF: Problemas con los vasos sanguíneos
Los inhibidores de VEGF (como bevacizumab) se usan en cánceres como el de colon o pulmón. Bloquean una vía que ayuda a los tumores a formar vasos sanguíneos nuevos, pero esto también afecta los vasos del corazón. ¿Qué pasa entonces?
Hipertensión: La presión arterial alta es un efecto secundario común.
Disfunción mitocondrial: Las células del corazón no producen suficiente energía.
Estrés oxidativo: Más ROS que dañan el corazón.
Esto puede llevar a insuficiencia cardíaca o disfunción del ventrículo izquierdo. ¿Cómo crees que podríamos controlar la presión arterial en estos pacientes para reducir el riesgo?
4. Inhibidores de BCR-ABL: Menos energía para el corazón
Estos medicamentos, usados en leucemia mieloide crónica, bloquean una enzima llamada BCR-ABL. Pero también afectan el corazón al:
Dañar las mitocondrias: Esto reduce el ATP, la "gasolina" que el corazón necesita para latir.
Provocar estrés oxidativo: Más ROS que activan la muerte celular.
Alterar otras enzimas (como ABL y ARG), lo que afecta cómo se contrae el corazón y cómo funcionan los vasos sanguíneos.
El daño puede variar según el medicamento, pero todos pueden causar disfunción del ventrículo izquierdo.
5. Inhibidores del proteasoma: Estrés en las células del corazón
Los inhibidores del proteasoma (como bortezomib) se usan en cánceres como el mieloma múltiple. El proteasoma es como el "sistema de reciclaje" de las células, que elimina proteínas dañadas. Al bloquearlo:
Se produce estrés oxidativo en las células del corazón.
Puede haber disfunción endotelial (problemas en los vasos sanguíneos) o muerte celular.
El riesgo es mayor si el paciente ya tiene problemas cardíacos o usa antraciclinas al mismo tiempo. ¿Cómo podríamos proteger a los pacientes con enfermedades cardíacas previas?
6. Inhibidores de RAF y MEK: Interrupción de señales protectoras
Estos medicamentos atacan la vía Ras-Raf-MAP quinasa, que está activa en muchos cánceres. Pero esta vía también es importante para el corazón, ya que protege a las células cardíacas del estrés oxidativo y la muerte celular. Cuando se inhibe:
Se produce disfunción del ventrículo izquierdo, especialmente si se combinan inhibidores de RAF y MEK.
La buena noticia es que reducir la dosis o pausar el tratamiento puede ayudar a recuperar la función del corazón.
¿Por qué crees que combinar estos medicamentos aumenta el riesgo? ¿Qué harías para minimizar este efecto?
7. Inmunoterapia (inhibidores de puntos de control inmunitario): El sistema inmunológico se descontrola
Los inhibidores de puntos de control inmunitario (ICIs) estimulan el sistema inmunológico para que ataque el cáncer, pero a veces este ataque también afecta tejidos sanos, como el corazón. Pueden causar:
Miocarditis: Inflamación grave del corazón.
Miopericarditis o insuficiencia cardíaca.
Estos efectos suelen aparecer temprano, pero a veces ocurren más tarde. ¿Cómo detectarías una inflamación en el corazón antes de que sea mortal?
8. Radioterapia: Daño a largo plazo
La radioterapia es común en muchos cánceres, pero si los rayos pasan cerca del corazón, pueden causar problemas como:
Daño al ADN y fibrosis en los vasos sanguíneos del corazón, lo que reduce el flujo de oxígeno y nutrientes.
Inflamación en las arterias coronarias, que puede acelerar la aterosclerosis (acumulación de placa en las arterias).
Estrés oxidativo por daño mitocondrial y activación de enzimas como la NADPH oxidasa.
Estos efectos pueden no aparecer hasta años después y son más probables con dosis altas (≥30 Gy), en pacientes jóvenes, o si se combina con antraciclinas. ¿Cómo protegerías el corazón durante la radioterapia?
¿Por qué es importante entender estos mecanismos?
Saber cómo estos tratamientos dañan el corazón nos ayuda a:
Detectar el problema temprano con pruebas como ecocardiogramas o análisis de biomarcadores.
Prevenir el daño usando medicamentos cardioprotectores, ajustando las dosis e incluyendo programas de ejercicio físico.
Monitorear a los pacientes durante y después del tratamiento, especialmente si tienen factores de riesgo como enfermedades cardíacas previas.
Piensa en esto: si tuvieras que diseñar un plan para proteger el corazón de un paciente con cáncer, ¿qué estrategias utilizarías? ¿Cómo balancearías salvar la vida del paciente con proteger su corazón?
El papel del ejercicio en la prevención de la CTRCD
Vamos a centrarnos en cómo el ejercicio físico puede ser una herramienta poderosa para prevenir la disfunción cardíaca relacionada con la terapia contra el cáncer (CTRCD), un efecto secundario de tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia.
¿Cómo podrías ayudar a un paciente oncológico a mantener su corazón sano sin comprometer su tratamiento? ¿Qué papel juega el ejercicio en esto? Vamos a desglosar el texto y a ampliarlo con conocimientos de cardio-oncología para responder estas preguntas.
Recordemos qué es la CTRCD y por qué nos importa
Como hemos visto antes, la CTRCD es un problema en el que los tratamientos contra el cáncer, como las antracíclinas (por ejemplo, doxorrubicina) o las terapias anti-HER2 (como trastuzumab), dañan el corazón. Esto puede manifestarse como una disminución en la fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI), que mide cuánto sangre bombea el corazón, o en la deformación global longitudinal (GLS), que evalúa cómo se contrae el músculo cardíaco.
En casos graves, puede llevar a insuficiencia cardíaca. La CTRCD puede ser silenciosa al principio, sin síntomas, pero con el tiempo puede limitar la calidad de vida del paciente. Por eso, prevenirla es una prioridad en la cardio-oncología.
La cardio-oncología es un campo emergente que busca equilibrar la eficacia de los tratamientos oncológicos con la protección del corazón. En este contexto, el ejercicio físico se destaca como una estrategia no farmacológica clave. Pero, ¿cómo funciona exactamente? Vamos a verlo.
Beneficios del ejercicio en la prevención de la CTRCD
La evidencia científica destaca que el ejercicio tiene un efecto cardioprotector, especialmente en pacientes tratados con antraciclinas. Vamos a explorar los beneficios específicos y cómo se logran:
Mejora de la capacidad cardiorrespiratoria:
El ejercicio aumenta el VO2peak, una medida de cuánto oxígeno puede usar el cuerpo durante el ejercicio, lo que refleja la salud del corazón y los pulmones. Por ejemplo, el estudio BREXIT (Circulation, 2023) mostró que un programa de ejercicio de 12 meses en mujeres con cáncer de mama en estadios tempranos mejoró el VO2peak y la reserva cardíaca, ayudando a prevenir la disfunción cardíaca.
Una revisión de 16 ensayos clínicos aleatorios encontró que el ejercicio, especialmente de intensidad moderada a alta y a mediano o largo plazo, mejora la capacidad cardiorrespiratoria y reduce la cardiotoxicidad inducida por el tratamiento.
Preservación de la función cardíaca:
El ejercicio puede ayudar a mantener la FEVI y el GLS, evitando que disminuyan debido a los tratamientos. Aunque los resultados son mixtos, algunos estudios sugieren que el ejercicio atenúa el deterioro de estas medidas, especialmente en pacientes con cáncer de mama que reciben antracíclinas o terapias anti-HER2.
Por ejemplo, un estudio en JACC: CardioOncology (2023) encontró que el ejercicio durante la quimioterapia puede prevenir cambios perjudiciales en la función cardíaca.
Reducción de biomarcadores de daño cardíaco:
Biomarcadores como la troponina y el péptido natriurético cerebral (NT-proBNP) indican daño o estrés en el corazón. El ejercicio, especialmente combinado (resistencia y de fuerza), puede reducir el aumento de estos marcadores, sugiriendo menos daño cardíaco.
Un estudio mostró que el ejercicio combinado durante el tratamiento con antraciclinas redujo los niveles de troponina y mejoró los marcadores cardiometabólicos, como la proteína C-reactiva.
Disminución de la morbilidad cardiovascular:
El ejercicio reduce las hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca y mejora la salud cardiovascular general. Esto es crucial para los sobrevivientes de cáncer, que tienen un riesgo elevado de enfermedades cardíacas a largo plazo.
Otros beneficios:
El ejercicio mejora la calidad de vida, reduce la fatiga, la ansiedad y la depresión, y fortalece los músculos, lo que es especialmente importante porque los tratamientos oncológicos a menudo causan pérdida muscular.
También puede reducir el índice de masa corporal (IMC) en pacientes con sobrepeso u obesidad, lo que disminuye el riesgo cardiovascular.
Mecanismos detrás de la cardioprotección
¿Por qué el ejercicio es tan efectivo? Voy a mencionaros varios mecanismos a nivel celular y molecular:
Reducción del estrés oxidativo: Los tratamientos como las antracíclinas generan especies reactivas de oxígeno (ROS), que dañan las células del corazón. El ejercicio aumenta los antioxidantes naturales del cuerpo, contrarrestando este daño.
Protección de las mitocondrias: Las mitocondrias son las "centrales energéticas" de las células. El ejercicio las fortalece, asegurando que el corazón tenga suficiente energía para funcionar.
Preservación de la estructura y función cardíaca: El ejercicio mantiene la elasticidad de los vasos sanguíneos y la fuerza del músculo cardíaco, previniendo la rigidez o el debilitamiento.
Liberación de exerkinas: Estas son moléculas producidas durante el ejercicio que tienen efectos protectores en el corazón y otros órganos.
Tipos de ejercicio recomendados
Entonces, ¿qué tipo de ejercicio deberíamos recomendar?
La intensidad debe ser moderada (donde el paciente puede hablar pero no cantar) o, en algunos casos, de alta intensidad (como el entrenamiento intervalado de alta intensidad, HIIT), pero siempre bajo supervisión. La duración y el tipo de ejercicio deben personalizarse según el estado de salud del paciente, el tipo de tratamiento y los factores de riesgo cardiovascular.
Seguridad y personalización
¿Es seguro hacer ejercicio durante el tratamiento contra el cáncer? ¡Sí! Las guías clínicas y otras fuentes, como un artículo de JACC: CardioOncology (2023), confirman que el ejercicio es seguro y tolerable para la mayoría de los pacientes, incluso durante la quimioterapia o la radioterapia. Sin embargo, debe ser supervisado por profesionales, como fisiólogos del ejercicio o especialistas en cardio-oncología, para garantizar que se adapte a las necesidades del paciente. Por ejemplo, un paciente con fatiga severa podría empezar con sesiones cortas de 10 minutos varias veces al día.
Cardio-oncología: Un enfoque integral
La cardio-oncología es un campo que busca prevenir y tratar los efectos cardiotóxicos de los tratamientos oncológicos. Además del ejercicio, incluye estrategias como el uso de medicamentos cardioprotectores (como betabloqueantes o inhibidores de la ECA) y el monitoreo regular con ecocardiogramas o biomarcadores.
El ejercicio se destaca porque es accesible, no invasivo y tiene beneficios multisistémicos. Organizaciones como la American Heart Association (AHA) y la American College of Sports Medicine (ACSM) han promovido su integración en el cuidado oncológico, con iniciativas como Moving Through Cancer, que busca hacer del ejercicio una práctica estándar para todos los pacientes con cáncer para 2029.
¡ENHORABUENA HAS COMPLETADO LA LECTURA DE ESTA SEMANA!
Queridos lectores, os agradezco que hayáis dedicado parte de vuestro tiempo en leerme. Hoy nos hemos introducido en el mundo de la cardio-oncología y el papel clave del ejercicio físico en la prevención de la disfunción cardíaca relacionada con la terapia contra el cáncer (CTRCD).
Hemos desglosado cómo tratamientos como las antracíclinas, las terapias anti-HER2, los inhibidores dirigidos y la radioterapia pueden dañar el corazón, y cómo el ejercicio, respaldado por estudios como el de Lee et al. (2020) y el BREXIT, puede protegerlo al reducir biomarcadores como la troponina y mejorar la salud cardiorrespiratoria.
Conclusión: Un llamado a la acción para profesionales del ejercicio y oncólogos
La cardio-oncología es un campo en crecimiento que nos desafía a pensar de manera integral: salvar vidas del cáncer no debe significar comprometer la salud del corazón.
A los profesionales del ejercicio, os animo a formaros en oncología y cardio-oncología. Podéis hacerlo en programas como los de la American College of Sports Medicine (ACSM) que os permitirá diseñar planes de ejercicio seguros y personalizados para pacientes oncológicos, ayudándolos a fortalecer su corazón, mejorar su calidad de vida y reducir el riesgo de CTRCD.
A los oncólogos, os invito a integrar el ejercicio como parte esencial del tratamiento. Derivar a vuestros pacientes a programas supervisados de ejercicio físico, basados en evidencia como la del estudio BREXIT, no solo protege el corazón, sino que también empodera a los pacientes, reduce la fatiga y mejora su bienestar general. Colaboren con fisiólogos del ejercicio y cardiólogos para crear planes personalizados que equilibren el tratamiento contra el cáncer con la salud cardiovascular.
Juntos, podemos hacer que el ejercicio sea una herramienta estándar en el cuidado oncológico, mejorando la vida de los pacientes y marcando la diferencia en la cardio-oncología. ¡Seguiremos aprendiendo, investigando y colaborando!
Te mando un fuerte abrazo!
- Daniel Lucena, especialista en ejercicio y cáncer. Col: 68099.